Xoán Carlos Garrido en “A derradeira lección do mestre” (ASPG. A Coruña, 2008) da cumprida información do xuízo e condena deste mestre estradense, que exercía en Goián (Tomiño).
Efectivamente, José Cortés Fernández foi xulgado en Pontevedra na tarde do oito de outubro de 1936, xunto con José Gómez Rivas, Ramiro Buján Gómez e Manuel Bugallo Pereira. A causa era sumarísima e a acusación que fai o fiscal era por un delito de traizón, con agravante de perversidade para Gómez e Cortés. O defensor era o capitán de artillería señor Nandín.
A sentencia considera que participaron na requisa de armas e explosivos e que recrutaron xente na comarca do Ulla, sendo detidos á entrada da Estrada á fronte dunha expedición de automóbiles e xentes armadas. Foron condenados por rebelión militar e auxilio á rebelión: pena de morte para Cortés e Gómez, doce anos a Manuel Bugallo e absolución para Ramiro Buján.
A pena foi executada ás cinco e media da tarde do día 15 de outubro, na carreteira de Campañó (A Caeira). Os xornais afirman que José Gómez
confesó y comulgó fervorosamente, atendido por un fraile franciscano, pero Seoane [confusión repetida no segundo apelido de Cortés] no aceptó los auxilios de la Religión. (Diario de Pontevedra, 16-10-36).
Meses despois da súa morte, a comisión depuradora do maxisterio de Pontevedra, cualifícao de antirrelixioso, perseguidor da relixión así como de propagandista do comunismo libertario. Tamén afirma que era membro da Asociación de Trabajadores de la Enseñanza.
José Cortés colabora en diversos xornais, entre eles no xornal El País, órgano de Izquierda Republicana en Pontevedra. Combina colaboracións de carácter estritamente educativo como “La Higiene. Barómetro de la Civilización”, ou algúns excesivamente retóricos, como o dirixido ao ministro de instrucción pública “Meditaciones en torno a la enseñanza primaria” no que se felicita da substitución das ordes relixiosas e da creación de escolas e remata pedindo que se tomen medidas contra o absentismo escolar, de xeito que aos nenos ricos que non asistan á escola se lles impoña multas e
La población pobre tendrá exactamente el mismo deber que cumplir que la rica; pero como es lo que es y el estómago tiene también sus indiscutibles derechos, debe encargarse el pueblo, el Municipio o el estado de su manutención y demás cuidados mediante el establecimiento en las escuelas de cantinas y roperos escolares.
Pero cando se aprecia máis o seu espírito belixerante é en artigos como “Los adoquines del Bloque Nacional se manifiestan” (El País, 27-1-36), nel a burla, ironía e sarcasmo predominan ao comentar un manifesto dos calvosotelistas. Poñemos algúns parágrafos:
Al conjuro del patriotismo (Santiago de Cuba, Cavite, El Barranco del Lobo, los latifundios, el clero, el señoritismo rampante, etc, etc) [...] La defensa a vida o muerte (¿tiene usted preparado ya el trabuco?) y exaltación frenética (bien se conoce que se trata de epilépticos) de la unidad española (¿No pensarían en Asturias cuando escribieron esto? [...] Reposición para siempre (¡ ja, ja, ja!) del crucifijo en las escuelas [...] Creación de un ejército capaz de conquistar la mismita luna y de infundir pavor al sol. Regulación de las relaciones entre el capital y el trabajo de forma que los señoritos no tengan en lo sucesivo más preocupaciones que las de hacer la digestión, divertirse y bailar la rumba[...] (Tomen nota las señoras beatas “analfavetas”[...]) Ahora bien: Conocidas las nauseabundas esencias del frasquito reaccionario ¿por qué no librarse de una vez para siempre de él, arrojándolo sin miedo ni remordimiento alguno a los profundos abismos del Océano, con lo que además quedará definitivamente despejado el camino del Progreso? La cosa es muy sencilla. Para realizarlo na hay sino cambiar parte del personal a las redacciones de algunos periódicos, purificar las iglesias y conventos y entregar los latifundios y ciertas despensas a los hambrientos de pan y tierra.