Non eran días de calma na Falanxe pontevedresa a finais de 1936 e principios do 37; o mandato do xefe provincial Manuel Castro Pena, caracterizado polas extorsións, os abusos de todo tipo e as prácticas corruptas, acadara o máximo grao de escándalo e a dirección do partido decidira poñerlle remate. A tal fin estaba na provincia Francisco Bravo, secretario da Xunta de Mando de F.E. y de las J.O.N.S e delegado da organización para Galiza. O froito das súas investigacións foi unha cadea de ceses e expulsións, entre eles o do responsable provincial Castro Pena, cesado a mediados de xaneiro. Formalmente o cese foi presentado como unha dimisión:
Por tener que dedicarme a mi profesión y atender mis asuntos particulares, que tengo abandonados desde el principio del movimiento nacional, te ruego aceptes mi dimisión como Jefe Provincial y también mi baja en la misma. Con el brazo en alto quedo a tus órdenes.
Tamén as autoridades militares iniciaran actuacións contra as prácticas falanxistas e o propio Castro Pena sería procesado no mes de maio. Peor sorte correu o xefe provincial de Información e Investigación, Ricardo Menéndez Bustamante “O Cubano”, que foi executado polos propios compañeiros en Vigo.
O sucesor de Castro Pena foi o antigo xefe territorial de Prensa e Propaganda, camarada da vella garda falanxista, Jesús Suevos Fernández; o 13 de xaneiro condenaba a conduta dos pseudofalanxistas que deshonraran a camisa azul e a dos xefes que non souberan reprimir con man dura os excesos e extralimitacións. Anunciaba unha profunda e radical depuración.
Suevos era un dos máis reputados oradores cos que contaba a Falanxe e a súa presenza era continuamente demandada nas diferentes localidades; unha mostra da súa apaixonada oratoria é a intervención que levou a cabo na emisora Radio Vigo (19-5-1937) con motivo do segundo aniversario do discurso que José Antonio pronunciara o 19 de maio de 1935 no cine Madrid.
Transcribimos gran parte desta intervención na que están presentes algúns dos tópicos recorrentes da propaganda falanxista: o imperio, os caídos, a xuventude, a hispanidade...a alegre violencia das pistolas.
En el Madrid rojo, cuajado de blasfemias, navajazos y puños en alto, desgarrado de carteles y folletos comunistas, 10.000 camisas azules se concentraron con un rumor de triunfal esperanza alrededor del mejor Camarada de la FALANGE, de su JEFE, de su CONDUCTOR y CAUDILLO. ¡Qué sorpresa la de las gentes timoratas que se dejaban insultar y maltratar por las hordas rojas al servicio de los soviets, al ver como las milicias de la Falange eran respetadas entre el silencio medroso y hostil de las masas proletarias! ¡Qué estupor el de los orondos burgueses cuando veían pasar los autobuses abarrotados por una juventud intrépida vestida de AZUL, belicosamente erizados por los brazos en alto, por las ardidas canciones y el grito de las consignas! ¡Qué pánico el de los chulillos y el de los pistoleros rojos, de los “pioneros” y de los “chibiris”, cuando las escuadras de protección irrumpían en las calles y hacían funcionar con alegre violencia los rompecabezas y las pistolas! El Madrid trasnochado y canalla, esclavizado por las “Casas del Pueblo”, prisionero del odio de los suburbios proletarios, contempló aquel día estupefacto el triunfo de la FALANGE.
Estuvimos, como siempre, solos en aquella jornada. Pero aquel día de primavera madrileña, transida de sol, florecida de lilas y violetas, la FALANGE fué la dueña de la calle y de la juventud española, el haz de flechas y el yugo de la Nueva España pasearon por primera vez publicamente sobre los pechos heroicos de los que más tarde iban a morir defendiendo a España en el Alto del León, en Toledo, en Oviedo, en Huesca, en el Cuartel de la Montaña, en Alcubierre, en el Santuario de Santa María de la Cabeza. El que estas líneas os lee tuvo el honor en esta fecha memorable, de pasear su vieja camisa azul por las calles madrileñas, y escuchar de labios de JOSÉ ANTONIO, en medio del fervor unánime de las banderas de toda ESPAÑA, el maravilloso discurso que más tarde oiréis.
JOSÉ ANTONIO aquel día estuvo admirable. Lleno de fuego, de inspiración, de fé y de profecía. Erguido ante DIEZ MIL pechos anhelantes y ante 10.000 brazos alzados, JOSÉ ANTONIO se nos aparecía como lo que verdaderamente era: como el alma misma de toda una generación en línea de combate, de toda nuestra generación dispuesta a rescatar a España de la tiranía de triángulos, hoces y martillos y grabar, en cambio, HACES y YUGOS sobre las frentes más orgullosas del mundo.
Apenas podía describirse el entusiasmo que el discurso produjo. Cuando la arrebatada y vibrante voz de JOSÉ ANTONIO terminó con la famosa invocación a la GLORIA DIFICIL y al PARAISO que tuviese en las jambas ángeles con espadas, la ESPAÑA IMPERIAL, la ESPAÑA ETERNA, la ESPAÑA UNA, GRANDE Y LIBRE se había hecho carne y vida en la juvenil muchedumbre traspasada de heroico delirio. JOSÉ ANTONIO, sonriente y triunfador, rodeado por la sangre y el luto de las banderas del IMPERIO, por los nombres de los CAÍDOS y el ronco griterío de las Milicias, era el CÉSAR JOVEN de ESPAÑA, el Príncipe de nuestra generación, el ADELANTADO del IMPERIO, el ARCÁNGEL de la HISPANIDAD.
Imaxe: Suevos nun mitin; sentado no centro Castro Pena. (Vida Gallega)